martes, 28 de octubre de 2008

Amado Nervada - Poster



No.
Yo no fui el arquitecto de mi propio destino, ni el musicalizador, ni el director de fotografía, ni la cortadora de negativos, ni el maquillador. Yo no fui el arquitecto de mi propio destino. No me dejaron alcanzar un balde de sangre para llenar alguna vena, ni siquiera pude dar una mano para que lo pusieran de pie a mi esqueleto. Nada. No fui invitado a la inauguración de tan precario y fundamental monumento. No me pidieron ni la más breve opinión, ni siquiera un sí o un no dados con la cabeza. Participaron todos menos yo. Se metieron sin que los llamara. Se atribuyeron grados de parentesco, derechos y afinidades. Asistieron a mi entronación para vestir de fiesta sus egoísmos, tal vez porque tampoco a ellos les habían permitido ser los arquitectos de sus propios destinos.
Intentaron convencerme de que yo era el arquitecto de mi propia vida cuándo ya me habían rajado los cimientos, retorcido las columnas, aplanado la bóveda. tapiado los ventanales, humedecido los sótanos, oscurecido las claraboyas y entristecido las raíces del jardín.
Hubo uno que escribió que había sido el arquitecto de su. propio destino. Allá él con su andamiaje. Yo no construí nada. No fui el diseñador de la catedral de mi culo ni del burdel de mi alma.

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